Por Fernando Aparicio.
Los sofocos son uno de los síntomas más comunes y, para muchas mujeres, uno de los más incómodos durante la perimenopausia y la menopausia. Esa sensación repentina e intensa de calor, que se acompaña de sudoración, enrojecimiento de la piel e incluso palpitaciones, no es simplemente un efecto pasajero: su origen es un fenómeno complejo que involucra al cerebro, el sistema nervioso, las hormonas y los vasos sanguíneos. Entender qué sucede en el cuerpo es fundamental para poder manejar estos episodios de forma efectiva y mejorar la calidad de vida en una etapa tan significativa.
¿Qué sucede con los estrógenos y el "termostato" cerebral?
Uno de los cambios hormonales más relevantes en la menopausia es la caída progresiva de los niveles de estrógenos, unas hormonas fundamentales para múltiples funciones corporales. Su papel clave se encuentra en el hipotálamo, una pequeña pero vital región del cerebro que funciona como un “termostato interno”, encargado de regular la temperatura corporal, el hambre, la sed y otras funciones automáticas.
Cuando el nivel de estrógenos baja de forma significativa:
- Se altera la capacidad del hipotálamo para interpretar correctamente la temperatura del cuerpo.
- El umbral de tolerancia al calor se reduce, lo que hace que aunque la temperatura corporal no haya aumentado, el cerebro lo perciba así.
- Enviar señales erróneas al organismo que lo llevan a activar mecanismos de enfriamiento, como la vasodilatación (dilatación de los vasos sanguíneos) y la sudoración, creando esos episodios de sofocos.
Este fenómeno hace que incluso sin un aumento real en la temperatura corporal, el organismo reaccione como si estuviera en un entorno más caluroso, provocando el molesto calor súbito y las consecuencias físicas que muchas mujeres experimentan.
Sistema nervioso y neurotransmisores en juego
La reducción de estrógenos también impacta en el sistema nervioso autónomo, que regula funciones automáticas como la respiración, la frecuencia cardíaca y la sudoración. En especial, afecta al sistema simpático, responsable de la respuesta de “lucha o huida”.
Al bajar los estrógenos:
- Se incrementa la liberación de noradrenalina, un neurotransmisor que aumenta la excitabilidad nerviosa.
- Aparece una vasodilatación cutánea rápida y repentina que contribuye a los sofocos inesperados.
- Se desregulan los niveles de serotonina, otro neurotransmisor que juega un papel esencial en la regulación de la temperatura corporal, el ánimo y el sueño.
A esto se suma el desajuste del eje hipotálamo–hipófisis–adrenal (HPA), que controla la respuesta al estrés. En esta etapa, se eleva la producción de cortisol, la “hormona del estrés”, lo que potencia la reactividad del cuerpo y puede desencadenar síntomas emocionales asociados, como ansiedad, irritabilidad y trastornos del sueño, que a su vez agravan la percepción de los sofocos.
Sofocos, inflamación y metabolismo: una conexión clave
Los sofocos no son solo resultado de cambios hormonales, sino que también están estrechamente ligados a nuestro estado metabólico y al nivel de inflamación interna. Hay elementos que muchas veces no se relacionan fácilmente, pero que influyen mucho en la intensidad y frecuencia de estos episodios. Entre ellos:
- Inflamación crónica de bajo grado: una inflamación leve, pero sostenida en el tiempo, que afecta a los tejidos y altera la función celular.
- Estrés oxidativo: causado por un exceso de radicales libres que dañan las células.
- Resistencia a la insulina: que está vinculada al síndrome metabólico y puede alterar el equilibrio hormonal y vascular.
- Disfunción endotelial: que afecta la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse correctamente, un factor fundamental en la regulación térmica.
- Alteraciones en los lípidos sanguíneos: asociadas no solo a un mayor riesgo cardiovascular, sino también a una mayor intensidad de los sofocos.
Este conjunto de disfunciones explica por qué muchas mujeres con un estilo de vida más inflamatorio o con síndrome metabólico suelen experimentar sofocos más intensos, frecuentes y difíciles de manejar.
El papel central del óxido nítrico
Un dato importante es que los estrógenos favorecen la producción de óxido nítrico (NO), un potente vasodilatador natural que ayuda a mantener la salud y elasticidad de los vasos sanguíneos y a regular la temperatura corporal.
Con la menopausia y la caída de estrógenos, la producción de NO disminuye, haciendo que los vasos sanguíneos se vuelvan más reactivos y sensibles, lo que explica en parte los episodios súbitos de calor.
La buena noticia es que el ejercicio físico regular es uno de los mejores aliados para estimular la producción natural de óxido nítrico. Actividades como caminar, nadar, practicar yoga o cualquier ejercicio que promueva la salud cardiovascular pueden ayudar a controlar los sofocos, mejorar la circulación y, además, beneficiar el metabolismo general y el bienestar emocional.
Estrategias para abordar los sofocos desde una visión integrativa
No existe una solución única ni mágica para los sofocos, ya que son el resultado de varios desequilibrios que se acumulan. Por eso la mejor estrategia es multidimensional y adaptada a cada mujer, con una mirada integral sobre cuerpo y mente. Algunas recomendaciones fundamentales son:
- Alimentación antiinflamatoria y reguladora de glucosa: Priorizar alimentos frescos, de producción ecológica y de temporada, ricos en antioxidantes, fibras, grasas saludables y con bajo índice glucémico. Esto ayuda a reducir inflamación, mejora el metabolismo y estabiliza los niveles hormonales.
- Descanso de calidad y gestión del estrés: Incorporar técnicas como la meditación, respiración consciente, y actividades relajantes para reducir la activación del sistema nervioso simpático y disminuir la producción de cortisol. Un buen sueño también es fundamental para equilibrar el eje hormonal.
- Actividad física regular: No solo para la salud cardiovascular, sino también para estimular la producción de óxido nítrico, mejorar la circulación y equilibrar el sistema nervioso.
- Apoyo fitoterapéutico y médico: En algunos casos, el uso de plantas medicinales con evidencia científica en menopausia, como la salvia, el trébol rojo o la cimicífuga, puede ser un complemento eficaz. La consulta médica es esencial para evaluar cada caso y decidir si se requieren otros tratamientos personalizados.
Los sofocos no son un destino inevitable
Los sofocos en la menopausia son un fenómeno común, pero no tienen por qué ser una experiencia inevitable o insalvable. Comprender que detrás de ellos hay una compleja red de cambios hormonales, nerviosos y metabólicos abre la puerta a un abordaje consciente, preventivo y personalizado.
La clave está en transformar el ambiente interno del cuerpo, reduciendo la inflamación, acompañando la función vascular, equilibrando el sistema nervioso y adoptando hábitos de vida saludables y adaptados a esta nueva etapa vital.
De esta manera, los sofocos pueden manejarse con mayor facilidad, devolviendo bienestar y serenidad a la mujer que está viviendo la menopausia, y recordándole que este es un proceso natural, lleno de posibilidades para el cuidado integral de su cuerpo y mente.
Para concluir os dejo este vídeo sobre el metabolismo y mi curso hormonal femenino.
Sofocos en la menopausia: por qué aparecen y cómo abordarlos de manera natural