Artículo escrito por Miguel Jara. Responsable comunicación Espacio Orgánico.
En Espacio Orgánico, creemos que la salud digestiva es la base de nuestro bienestar y que entender los desequilibrios que afectan a nuestro intestino es clave para recuperar la vitalidad, o simplemente para disfrutar de la misma. Uno de los trastornos que más interés ha suscitado en los últimos años, tanto en la comunidad médica como entre quienes buscan una vida más saludable, es el SIBO.
Pero ¿qué es exactamente el SIBO? ¿Por qué está tan relacionado con la microbiota intestinal y con lo que comemos? Y, sobre todo, ¿puede la alimentación ecológica jugar un papel en su prevención y tratamiento? Te invitamos a descubrirlo.
SIBO: El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado
El SIBO, por sus siglas en inglés (Small Intestinal Bacterial Overgrowth, Sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado), es un trastorno digestivo caracterizado por un aumento anormal de bacterias en el intestino delgado, especialmente de tipos de bacterias que normalmente residen en otras partes del tracto digestivo, como el colon. Este desequilibrio provoca que el intestino delgado, cuya función principal es absorber nutrientes, se convierta en un entorno donde las bacterias fermentan los alimentos antes de ser digeridos, generando síntomas molestos y afectando a la salud general.
El SIBO suele desarrollarse cuando algo interrumpe el tránsito normal de los alimentos y desechos por el intestino delgado, como puede ser una cirugía abdominal, una enfermedad crónica, alteraciones anatómicas, problemas de motilidad intestinal o incluso enfermedades metabólicas como la diabetes. Estos factores crean un ambiente propicio para que las bacterias proliferen donde no deberían.
El intestino delgado es una de las zonas más sensibles del sistema digestivo. A diferencia del colon, donde la presencia de bacterias es normal y abundante, el intestino delgado debe mantener una población bacteriana baja y controlada. Cuando este equilibrio se rompe, como ocurre con el SIBO, las bacterias que migran o proliferan en exceso comienzan a fermentar los nutrientes antes de que sean absorbidos, generando gases, hinchazón, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, y en casos graves, malnutrición y pérdida de peso.
La microbiota y el SIBO
La microbiota intestinal es el conjunto de microorganismos que habitan nuestro intestino y que cumplen funciones esenciales para la salud, como la digestión de ciertos nutrientes, la producción de vitaminas, la protección frente a patógenos y la modulación del sistema inmunitario. En el SIBO, este ecosistema se ve alterado: bacterias propias del colon, como Streptococcus, Staphylococcus, Bacteroides, Lactobacillus, Escherichia, Klebsiella y Proteus, pasan a colonizar el intestino delgado en cantidades anómalas.
Este cambio en la composición y localización de las bacterias genera una disbiosis, es decir, un desequilibrio en la microbiota, que no solo afecta la digestión, sino que puede desencadenar o agravar otros trastornos digestivos como el síndrome del intestino irritable, la enfermedad celíaca mal controlada, el reflujo gastroesofágico y las enfermedades inflamatorias intestinales.
El SIBO puede manifestarse de formas muy variadas, pero los síntomas más frecuentes incluyen:
- Hinchazón abdominal
- Exceso de gases
- Dolor o molestias abdominales
- Diarrea o estreñimiento
- Sensación de saciedad precoz
- Pérdida de apetito
- Fatiga
- Pérdida de peso y, en casos crónicos, malnutrición
Este cuadro clínico puede confundirse con otros trastornos digestivos, por lo que el diagnóstico suele requerir pruebas específicas, como el test de aliento para la detección de hidrógeno o metano, que son gases producidos por la fermentación bacteriana en el intestino delgado.
¿Qué papel juega lo que comemos con el SIBO?
La alimentación es uno de los factores más influyentes en el desarrollo, el manejo y la prevención del SIBO. Las bacterias que proliferan en el intestino delgado se alimentan principalmente de carbohidratos fermentables, por lo que una dieta rica en estos nutrientes puede favorecer el sobrecrecimiento bacteriano y agravar los síntomas.
Los FODMAPs (Oligosacáridos, Disacáridos, Monosacáridos y Polioles Fermentables) son un grupo de carbohidratos de cadena corta que se encuentran en muchos alimentos y que son difíciles de digerir para algunas personas. Cuando llegan al intestino delgado sin ser absorbidos, se convierten en el alimento perfecto para las bacterias, que los fermentan y producen gases y otros subproductos que provocan síntomas digestivos.
Para controlar el SIBO se recomienda una dieta baja en FODMAPs, que ha demostrado ser efectiva para reducir la fermentación bacteriana y aliviar los síntomas:
Alimentos a evitar (altos en FODMAPs) cuando se padece SIBO:
Trigo, cebolla, ajo, legumbres, ciertos vegetales como el brócoli y la coliflor
- Productos lácteos con lactosa
- Frutas como manzana, pera, sandía y melocotón
- Edulcorantes artificiales como sorbitol, manitol y xilitol
Alimentos recomendados para tratarlo (bajos en FODMAPs):
- Frutas como plátano, kiwi, fresas, frambuesas, piña y clementina
- Verduras como tomate, calabacín, espinaca, berenjena y zanahoria
- Proteínas magras: pollo, pescado, huevos
- Grasas saludables: aceite de oliva, aguacate, aceite de coco
- Cereales y tubérculos sin gluten: arroz, quinoa, patata, mijo, trigo sarraceno
Además, es fundamental evitar los azúcares refinados y los carbohidratos simples, ya que favorecen el crecimiento bacteriano descontrolado.
¿Cómo se trata el SIBO?
El tratamiento del SIBO suele ser multidisciplinar e incluye:
- Antibióticos: para reducir el exceso de bacterias en el intestino delgado.
- Dieta específica: baja en FODMAPs y adaptada a cada persona.
- Suplementos naturales: como el aceite de orégano, ajo y extracto de semilla de pomelo, que pueden ayudar a controlar el sobrecrecimiento bacteriano.
- Mejora de la motilidad intestinal: mediante cambios en el estilo de vida, ejercicio físico y, en algunos casos, medicamentos específicos.
Es importante recordar que el SIBO suele ser una manifestación de un problema subyacente, por lo que identificar y tratar la causa raíz es esencial para evitar recaídas.
El papel de la alimentación ecológica
En Espacio Orgánico, defendemos que la calidad de los alimentos que consumimos tiene un impacto directo en la salud de nuestro intestino y en el equilibrio de la microbiota. La alimentación ecológica, basada en productos libres de pesticidas, herbicidas, antibióticos y aditivos sintéticos, favorece un entorno intestinal más saludable y reduce la exposición a sustancias que pueden alterar la microbiota y la motilidad intestinal.
Los beneficios de la alimentación ecológica incluyen:
- Menor exposición a tóxicos: Los pesticidas y herbicidas presentes en los alimentos convencionales pueden alterar la microbiota y favorecer la inflamación intestinal, factores que contribuyen al desarrollo del SIBO.
- Mayor aporte de nutrientes y polifenoles: Los alimentos ecológicos suelen tener un mayor contenido en vitaminas, minerales y antioxidantes, que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico y a reducir la inflamación.
- Mejor tolerancia digestiva: Al evitar aditivos y sustancias artificiales, los alimentos ecológicos son más fáciles de digerir y menos propensos a provocar reacciones adversas en personas con SIBO o sensibilidad digestiva.
- Apoyo a la biodiversidad microbiana: Una dieta variada y rica en fibra ecológica favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas y ayuda a restablecer el equilibrio de la microbiota intestinal.
Optar por una alimentación ecológica no solo es una elección ética y sostenible, sino que también puede ser una estrategia eficaz para prevenir y tratar desequilibrios como el SIBO. Al priorizar alimentos frescos, de temporada, locales y ecológicos, estamos nutriendo nuestro cuerpo y nuestra microbiota de la forma más natural y respetuosa posible.
¿Qué es el SIBO? Una mirada desde el bienestar integral