Después de una pandemia mundial como la de la covid-19, la aparición de brotes como la gripe aviar y, ahora, la reciente detección de un foco de peste porcina africana (PPA) en la sierra de Collserola, Barcelona, nos lleva a una preocupación inmediata: ¿estos virus suponen algún riesgo para la salud humana?
La buena noticia es que, en el caso del virus porcino, actualmente no existe evidencia de transmisión a la especie humana, aunque la posibilidad de zoonosis, como en la gripe aviar, siempre mantiene la alerta activa.
Sin embargo, la reflexión más importante que debemos afrontar no es solo sobre la transmisión, sino sobre los riesgos inherentes al sistema de ganadería intensiva que domina en España y gran parte del mundo.
El brote detectado en noviembre de 2025 ha confirmado varios casos en jabalíes silvestres muertos en un núcleo urbano tan cercano a Barcelona que ha obligado a cerrar parques, suspender actividades al aire libre y establecer perímetros de control en un total de 76 municipios para evitar la propagación del virus.
Aunque por ahora no se ha detectado la enfermedad en cerdos domésticos, el impacto económico ya es evidente, con el riesgo de pérdida de millones de euros en exportaciones porcinas y restricciones que afectan a la producción y al comercio internacional.
Este contexto pone en evidencia los puntos débiles de la ganadería industrial: la concentración masiva de animales en espacios reducidos facilita la rápida transmisión y mutación de virus, creando escenarios propicios para brotes que solo se pueden controlar con estrictas medidas de bioseguridad.
Ganadería ecológica y extensiva
En contraposición a esta crisis, la ganadería ecológica y extensiva emerge como un modelo alternativo que no solo reduce estos riesgos sanitarios, sino que también protege la biodiversidad, mejora el bienestar animal y minimiza la contaminación ambiental.
En la ganadería ecológica, los animales viven en espacios al aire libre, se alimentan de pastos naturales y forman parte de un ecosistema más equilibrado. Este modelo evita la presión genética y el hacinamiento típicos de las granjas intensivas, lo que reduce la posibilidad de brotes epidémicos al evitar la rápida transmisión de patógenos.
Además, la agricultura ecológica es menos dependiente de monocultivos de soja para alimentación animal, un factor ligado a la deforestación y pérdida de hábitats naturales como el Amazonas.
El sistema intensivo, por otra parte, plantea un dilema ético y de salud pública. Recientemente, la ganadería industrial porcina en España celebró una sentencia del Tribunal Supremo que anuló la obligación de ampliar la superficie mínima libre por cerdo en las granjas, una medida que habría mejorado modestamente las condiciones de vida de los animales.
Pero esta decisión destaca cómo en el sistema actual, los intereses económicos prevalecen sobre el bienestar animal y la ecología. Los espacios estrechos en los que se crían millones de cerdos no solo generan un enorme estrés y sufrimiento para los animales, sino que son caldo de cultivo para virus con alto potencial de contagio y mutación.
Si este brote de peste porcina salta a las granjas industriales, o si países terceros deciden cerrar sus mercados al cerdo español por precaución, las consecuencias económicas podrían ser severas, aumentando la oferta de carne almacenada y bajando su precio.
Esto perjudica especialmente a los ganaderos que trabajan en sistemas extensivos y ecológicos, que ya enfrentan la competencia desleal con la carne barata de la industria intensiva.
En vez de aprovechar esta situación para impulsar una transición hacia formas más ecológicas, lo más probable es que se destinen fondos públicos para rescatar al sector intensivo, desperdiciando la oportunidad de exigir verdaderas reconversiones a modelos ganaderos respetuosos.
Consumo responsable
Este brote nos debe hacer replantear con urgencia nuestro modelo de producción animal y el consumo responsable que promovemos a través de plataformas como Espacio Orgánico. Defender la ganadería ecológica no es solo una cuestión de sabor o calidad, sino de salud pública, bienestar animal y protección ambiental.
El sistema intensivo pone en riesgo nuestra seguridad alimentaria y abre las puertas a nuevas crisis sanitarias que pueden tener consecuencias imprevisibles para toda la sociedad. Por eso, apoyar y consumir productos provenientes de ganadería ecológica es también un acto de cuidado hacia nuestro planeta y hacia el futuro de las generaciones venideras.
El brote de peste porcina en Barcelona es una llamada de atención que no podemos ignorar. Las decisiones que tomemos ahora sobre la forma en la que producimos nuestra alimentación serán decisivas para prevenir futuras pandemias y para construir sistemas agroalimentarios más justos, saludables y ecológicos. La ganadería ecológica representa el camino a seguir y la esperanza de un cambio verdadero, donde la salud humana, animal y ambiental estén integradas en un equilibrio necesario para la vida.
Os dejamos un vídeo sobre cómo se trabaja en una granja ecológica, la de nuestro productor de huevos Pedaque:
Peste porcina, crisis sanitaria y carne industrial: la gran oportunidad de la ganadería ecológica