La crisis "penúltima" ya está entre nosotros. Lo que empezó siendo un lío de apicultores hoy es una emergencia de Estado que pone en jaque la biodiversidad, la salud pública y el sentido común. Hace apenas dos semanas, la Vespa velutina -el tristemente famoso avispón asiático- ha matado a tres personas en Galicia y suma cientos de víctimas por toda Europa solo en 2025. Pero nada de esto parece que cambie el inmovilismo característico de nuestros gobiernos.
Aquí no hay exageración: son datos. La “solución” oficial continúa siendo la que llevamos años oyendo: trampas caseras, monitorización pasiva, recomendaciones para apicultores y poco presupuesto efectivo. ¿Resultado? Miles de colmenas de abejas -sus principales víctimas- destrozadas, apicultores desbordados y una cadena ecológica en proceso de colapso.
De problema sectorial a emergencia europea
La llegada de la Vespa velutina a Europa es el ejemplo perfecto del efecto boomerang de la globalización mal gestionada. ¿Quién planteó controlar las especies invasoras antes de abrir las fronteras comerciales y dejar que cualquier contenedor tragase insectos mortales en sus bodegas?
La historia arranca en 2004, cuando este avispón se instala en el sur de Francia y pocos años más tarde atraviesa los Pirineos, multiplicando su población en Galicia, Asturias y Cantabria a ritmo de plaga bíblica.
Principio del fin para miles de colmenas en toda la cornisa cantábrica, y también para los polinizadores, los cultivos y, como empieza a verse, para la propia salud humana.
Las abejas son las grandes olvidadas… hasta que no tenemos miel, ni fruta, ni flores, ni vida. Un 75% de lo que comemos depende directamente de su polinización. ¿Dónde queda eso en los debates políticos y presupuestarios? En una esquina, y hasta que la tragedia sea tan evidente que no se pueda obviar.
La Vespa velutina amenaza a todo el sector apícola, pero va más allá: arrasa vida salvaje, cultivos y la salud de nuestros ambientes rurales. Cada colmena perdida son millones de abejas menos; cada abeja muerta es menos alimento para los ecosistemas, menos diversidad genética y menos estabilidad para la economía verde. La indiferencia política es el caldo de cultivo ideal para que la invasión avance.
De la catástrofe ecológica a la tragedia humana
Hace años que los apicultores daban la voz de alarma sobre la expansión descontrolada de la Vespa velutina. Veían cómo, con cada campaña, la especie arrasaba miles de colmenas y los costes de producción se disparaban sin respaldo institucional.
Pero, como siempre, el problema se etiquetó como “sectorial” o “rural”, y los recursos públicos apenas llegaban.
Ahora la avispa mata personas. Ataques masivos, víctimas mortales: la emergencia de sanidad es incuestionable. ¿Ha cambiado algo? Apenas. El Estado sigue apostando por el parche y la improvisación, moviendo la gestión entre ayuntamientos y apicultores sin lanzar una estrategia seria.
La pregunta es obligada: ¿cuántas muertes humanas harán falta para que Bruselas y los gobiernos saquen fondos reales? ¿Cuánto debe sufrir la apicultura y el campo español para que la emergencia llegue a las agendas de lo importante?

Triste, pero cierto: la biodiversidad no activa los resortes del poder. La pérdida ecológica no inquieta, la tragedia humana apena pero no mueve presupuesto. El verdadero cambio solo llegará cuando sea la economía la que tiemble.
La Vespa velutina, además de devorar abejas, ataca frutas maduras y amenaza viñedos y plantaciones de alto valor económico. Cuando las cifras de pérdidas pongan en rojo las cuentas de los gobiernos, ahí sí dispondremos de medidas efectivas. La biodiversidad, la apicultura… todo queda relegado salvo que afecte al bolsillo grande.
Mientras tanto, la verdadera defensa la hacen los de siempre, los apicultores y colectivos de voluntarios. Llevan más de una década expandiendo redes de vigilancia activa, formación y contención con recursos mínimos. Son quienes plantan cara al avispón y al abandono institucional, quienes protegen los pocos restos de biodiversidad y polinización que nos queda.
“Cada año es peor. Las ayudas son migajas, la respuesta oficial es nula y los daños irreversibles”, dice Sergio, apicultor en Asturias. “Se pierden miles de colmenas; nuestra vida y trabajo se van con ellas, y el campo queda herido para siempre”.
Las cifras son elocuentes. En 2025, se estima que más de 60.000 colmenas han sido destruidas solo en la cornisa norte. En Francia, la Vespa velutina ya es considerada amenaza mayor para su sector agroalimentario. La omisión política condena a muerte lenta a los polinizadores y a todo su entorno.
Miel ecológica: más que alimento, símbolo de resistencia
La miel ecológica tiene un valor que va mucho más allá de lo gastronómico. No solo es fuente de antioxidantes y energía natural. Su origen garantiza biodiversidad y ecosistemas sanos. Cada tarro de miel local es defensa activa frente al monocultivo industrial, frente al abandono rural y la extinción silenciosa de los polinizadores.
Consumir miel ecológica de apicultores locales es un acto político y social. Apoyas la lucha de quienes defienden el campo y la vida y transmites ejemplo a la comunidad. Porque cuidar a las abejas no es solo producir miel, es proteger vida, cultura y salud para todos.
Las personas no estamos condenadas a la pasividad. Hay margen de acción y es urgente ponerlo en marcha:
- Exige a tu ayuntamiento protocolos reales y presupuesto para controlar la Vespa velutina.
- Compra miel ecológica y productos derivados de la misma lo más cercanos a tu lugar de residencia.
- Difunde la labor de colectivos que trabajen este problema y participa como voluntario/a si puedes.
- Educa a tu entorno sobre la importancia de los polinizadores en los alimentos y en la salud de la tierra.
- Reclama intervención política, fondos para investigación y control de especies invasoras en tu zona.
Si la política institucional no activa medidas serias, la sociedad civil sí puede y debe marcar el paso. Cada día sin abejas es un paso hacia el abismo ecológico. La invasión del avispón asiático es la prueba de lo que ocurre cuando la negligencia y la tibieza política dejan a la biodiversidad indefensa.
La miel es solo el principio. Sin polinizadores, el desastre se extiende a los frutales, huertas, viñedos y toda la economía rural. No esperemos a que la tragedia económica sea el detonante; exijamos desde ya una nueva política valiente y coordinada. Las abejas deben ser prioridad, no un daño colateral del lucro o la comodidad.
En Espacio Orgánico apostamos por esa defensa, con cada producto, cada red y cada palabra. Porque cuidar de las abejas es protegernos a todos: a la comida, a la salud y al futuro.
Vespa velutina: cómo el avispón asiático amenaza a las abejas, la biodiversidad y nuestra salud