¿Crees que los pesticidas y fertilizantes químicos que se emplean en la agricultura convencional permanecen solo en la superficie de las frutas y verduras? Nada más lejos de la realidad. Numerosos estudios científicos han demostrado que estos compuestos no solo se quedan en la piel, sino que penetran profundamente en los tejidos vegetales y se acumulan en las partes que finalmente consumimos: frutos, hojas y raíces.
Esta realidad desmonta la creencia de que basta con lavar los alimentos para eliminar los residuos tóxicos. Los análisis de laboratorio y la investigación científica han evidenciado que los mecanismos de absorción y distribución de estos compuestos en la planta son complejos y difíciles de revertir solo con agua.
¿Cómo llegan los pesticidas al interior de los alimentos?
Absorción radicular:
Los pesticidas presentes en el suelo pueden ser absorbidos por las raíces y transportados a través del xilema, el tejido vegetal especializado que se encarga de llevar agua, sales minerales y otros nutrientes desde las raíces hasta las hojas y demás partes de la planta. Este proceso depende de factores como la solubilidad en lípidos del compuesto, la disponibilidad de agua en el suelo y el tipo de materia orgánica presente.
Por ejemplo, los herbicidas liposolubles se absorben con mayor facilidad que los hidrosolubles, y la acidez del suelo (pH bajo) favorece aún más esta absorción. Una vez dentro, estos compuestos pueden moverse tanto por el sistema apoplasto (paredes celulares y espacios intercelulares) como por el simplasto (interior de las células), llegando a acumularse en frutos, hojas y raíces.
Penetración foliar:
Cuando los agroquímicos se aplican directamente sobre las hojas, atraviesan la cutícula cerosa mediante difusión pasiva. Los compuestos con alta afinidad por los lípidos, como ciertos fungicidas, se adhieren a la cera cuticular y logran migrar al interior de la hoja, donde se integran en los tejidos vegetales.
Sistemicidad:
Algunos plaguicidas, como el metomilo, son sistémicos, lo que significa que una vez aplicados, se distribuyen por toda la planta alcanzando incluso las zonas más alejadas del punto de aplicación. Esto explica por qué, en análisis de laboratorio, se han detectado residuos de estos compuestos en el interior de frutas y verduras, incluso después de un lavado exhaustivo.
Evidencias científicas: del campo al supermercado
Un estudio realizado en manzanas chinas utilizando espectroscopía Raman demostró que pesticidas como el tiram y el carbendazim pueden atravesar la piel y alojarse a profundidades de 0,2 a 0,4 mm en la pulpa, zonas donde el lavado convencional no llega. En Perú, análisis de lechugas de supermercado revelaron que el 70% contenían residuos de clorpirifos (prohibido en la UE desde 2020) y tebuconazol, con niveles que triplicaban los límites legales.
El Dr. Nicolás Olea, catedrático de la Universidad de Granada y referente en salud ambiental, advierte que el lavado solo elimina entre el 10 y el 30% de los residuos superficiales, mientras que los compuestos sistémicos permanecen en los tejidos vegetales. Además, la exposición crónica a mezclas de pesticidas -el llamado “efecto cóctel”- se relaciona con alteraciones endocrinas, neurotoxicidad (mayor riesgo de Parkinson y Alzheimer) y carcinogénesis, como los linfomas no hodgkinianos asociados al popular herbicida glifosato.
El mancozeb, un fungicida vinculado al Parkinson y al cáncer, sigue autorizado en 23 países occidentales. El clorpirifos, aunque prohibido en la UE, fue detectado en el 8% de las peras españolas analizadas en 2022. Y lo más preocupante: no estamos expuestos a una sola sustancia, sino a combinaciones complejas cuyos efectos sinérgicos aún se desconocen. Según Consumer Reports, el 20% de los alimentos analizados contenían pesticidas con riesgos considerables para la salud.
Aunque se afirma que el 96,1% de las muestras europeas cumplen con los límites legales, estos parámetros no consideran la exposición crónica a dosis bajas ni los efectos combinados. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria ha detectado hasta 46 plaguicidas no autorizados en alimentos, lo que pone en duda la eficacia de los controles actuales.
¿Qué podemos hacer como consumidores?
• Priorizar la compra de alimentos ecológicos.
• Pelar frutas especialmente sensibles como manzanas, peras y uvas, que tienden a retener más residuos internos.
• Exigir transparencia y acceso a información: solo doce países de la OCDE publican datos completos sobre residuos en alimentos.
• Apostar por modelos de agricultura ecológica, que prohíben el uso de pesticidas y fertilizantes químicos, y fomentan la biodiversidad y la salud del suelo.
Como bien afirma el periodista Carlos de Prada, la solución no es individual, sino política: necesitamos una agricultura que priorice la salud y el bienestar de las personas y del planeta por encima del rendimiento económico.
La seguridad alimentaria, tal como se gestiona hoy, se basa en criterios obsoletos que no reflejan los riesgos reales. Mientras la ciencia avanza en la detección de peligros invisibles, la ciudadanía debe informarse y tomar decisiones conscientes, apostando por alimentos ecológicos y exigiendo políticas que protejan nuestra salud y la del entorno. Solo así podremos construir un sistema agroalimentario verdaderamente sostenible y seguro para todos.
No basta con el lavado, los pesticidas penetran en las hortalizas