En los últimos años, la crisis inflacionaria ha disparado el precio de casi todo, pero no todos los alimentos se han encarecido al mismo ritmo. Mientras buena parte de los productos convencionales han registrado subidas muy fuertes, la cesta ecológica ha mostrado incrementos algo más contenidos, lo que ha reducido la diferencia relativa entre ambas opciones.
La inflación “bio”: sube, pero menos
Los datos del informe anual de Ecovalia sobre la cesta ecológica en España muestran que, en el último año analizado, el precio medio de los alimentos convencionales subió alrededor de un 10,7%, mientras que el de los ecológicos lo hizo en torno a un 8,7%. Es decir, los productos BIO siguen teniendo precios más elevados en términos absolutos (unos 4,25 € de media frente a 3,03 € en la cesta estudiada), pero la velocidad de subida es menor.
También es cierto que no son lo mismo, una naranja ecológica tiene más nutrientes y menos agua que su correspondiente en convencional, con lo que es un poco absurdo comparar precios de productos de calidades muy diferentes.
Esta misma pauta se observa también en otros mercados: informes recientes señalan que, en productos como manzanas, fresas o espinacas, la diferencia de precio entre ecológico y convencional se ha ido reduciendo porque los convencionales han subido más rápido.
En 2022, año de máxima inflación alimentaria desde finales de los setenta, los precios convencionales se dispararon más que los ecológicos, estrechando el diferencial.
Por qué el BIO parte de más arriba
Que el ecológico sea más caro de entrada no es un capricho, sino el reflejo de una forma de producir distinta. La agricultura y ganadería ecológicas trabajan con menos insumos de síntesis, más rotación de cultivos, certificación, auditorías y, a menudo, más mano de obra por unidad de producto, lo que eleva el coste por kilo o por huevo.
En cambio, el modelo convencional externaliza buena parte de sus costes ambientales y sanitarios: contaminación del agua, pérdida de biodiversidad, degradación del suelo o impactos en salud pública asociados a pesticidas y otros contaminantes. Esos “costes ocultos” no aparecen en el ticket de la compra, pero sí los paga la sociedad en forma de impuestos, tratamientos de potabilización, gasto sanitario y pérdida de servicios ecosistémicos.
Pocas cosas explican mejor cómo funcionan los precios que una crisis concreta, y la actual ola de gripe aviar lo está demostrando con los huevos. Los brotes de influenza aviar en explotaciones convencionales obligan a sacrificar millones de aves, reducen de golpe la oferta y disparan los costes (piensos más caros, seguros, medidas de bioseguridad), lo que se traduce en fuertes subidas de precio en los lineales convencionales.
En el sistema ecológico también hay impacto, porque muchas granjas comparten entorno con zonas afectadas, deben reforzar medidas sanitarias y, si hay sacrificios, la pérdida es aún más sensible al trabajar con densidades menores y producciones más ajustadas.
Sin embargo, al ser explotaciones más pequeñas, con cadenas de distribución algo más cortas y una clientela más estable, tienden a evitar los “rebotes” especulativos más extremos que sí se dan en los circuitos de gran consumo convencionales.
Por qué los huevos ecológicos se contienen más
En un contexto de gripe aviar, las grandes cadenas que trabajan sobre todo con huevo convencional reaccionan muy rápido a la tensión oferta-demanda: menos oferta, más presión en el precio y subidas abruptas. En ecológico, la situación es distinta por varios motivos:
- El precio del huevo ecológico ya incorpora unos costes estructuralmente más altos (piensos ecológicos, más espacio por gallina, certificación, menor densidad), por lo que el margen para “inflar” más el precio sin perder al consumidor es menor.
- Muchos operadores ecológicos han optado estos años por contener precios para no expulsar a su base de clientes en plena crisis, incluso a costa de ajustar márgenes.
- La clientela del ecológico suele ser menos sensible a variaciones pequeñas si percibe valor añadido (bienestar animal, ausencia de pesticidas, modelo más local), mientras que en convencional una parte importante del consumo se desplaza rápidamente hacia el producto más barato, incentivando guerras de precios y volatilidad.
El resultado práctico es que el huevo ecológico sube, sí, pero suele hacerlo en escalones más suaves, mientras que el convencional experimenta picos más violentos ligados a crisis sanitarias, tensiones de pienso o energía. Esa misma lógica es la que refleja la estadística de cesta: el porcentaje de subida anual es menor en BIO que en convencional.

Menos volatilidad, más resiliencia
Organizaciones del sector ecológico y estudios internacionales coinciden en que, en escenarios de alta inflación, los productos ecológicos muestran una volatilidad de precios algo más baja que sus equivalentes convencionales.
Desde 2015, en varios mercados clave la alimentación ecológica ha crecido porque los precios convencionales, muy dependientes de fertilizantes sintéticos, piensos importados y energía fósil, han sido más vulnerables a shocks como la guerra de Ucrania o las crisis logísticas.
En cambio, muchos productores ecológicos, al depender relativamente menos de ciertos insumos externos y estar ligados a contratos de largo plazo o canales especializados, han preferido asumir parte del golpe y no trasladar toda la subida al consumidor final.
Esto refuerza la idea de que lo BIO, aunque más caro de base, se comporta como un “amortiguador” frente a los vaivenes del mercado. Con ejemplos cotidianos como el del huevo:
- La cesta ecológica ha subido menos que la convencional en los últimos años (8,7% frente a 10,7% en el ejemplo de Ecovalia), de modo que la diferencia relativa se estrecha.
- Caso de la gripe aviar para ilustrar por qué el huevo convencional vive subidas bruscas, mientras que el ecológico tiende a subir de forma más contenida gracias a un modelo productivo y comercial más estable.
- Cuando elegimos huevo ecológico, no solo estamos pagando por la docena de hoy, sino por un sistema que protege tu salud, el bienestar animal y el medio ambiente, reduciendo costes ocultos que de otro modo acabaría pagando por otras vías.
Sí, lo ecológico cuesta más en el ticket, pero sube menos de precio que lo convencional en tiempos de crisis y ofrece una seguridad alimentaria, ambiental y ética que no se refleja en la simple comparación de euros por docena.
Por qué lo ecológico sube menos de precio: el caso de los huevos y la gripe aviar