Imagina un experimento agrícola que lleva casi medio siglo funcionando sin interrupciones. Eso es el ensayo DOK, un estudio único en el mundo que comenzó en 1978 en Suiza y que, hasta hoy, sigue comparando tres formas de producir alimentos: la agricultura convencional, la ecológica y la biodinámica.
Dirigido por el Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica (FiBL) junto con el centro Agroscope, este experimento ha generado más de 140 publicaciones científicas y se ha convertido en un verdadero laboratorio de sostenibilidad.
Cosechas más limpias y suelos más vivos
Una de las primeras conclusiones de las investigaciones DOK es que la agricultura ecológica puede producir casi tanto como la convencional, pero con menos impacto ambiental. De hecho, los cultivos ecológicos logran cerca del 85% del rendimiento de los convencionales, a pesar de usar solo dos tercios del fertilizante y menos del 10% de los pesticidas.
Esto significa que el suelo y el entorno reciben mucha menos carga química. El precio a pagar es una cierta variabilidad en los rendimientos de un año a otro: en ecológico, las cosechas pueden ser menos estables porque dependen más del clima o de los organismos del suelo. Pero, a cambio, el riesgo de contaminar agua, alimentos o aire con sustancias tóxicas es muchísimo menor.
No todos los cultivos reaccionan igual. En el caso de la soja, por ejemplo, los rendimientos entre las tres formas de cultivo fueron prácticamente iguales. En cambio, el trigo y la patata mostraron mayores diferencias, aunque siguen siendo competitivos. La gran ventaja es que la agricultura ecológica no desgasta el suelo, lo mejora con el tiempo.
Otro hallazgo importante del ensayo DOK es su impacto positivo en el cambio climático. Los suelos cultivados sin fertilizantes químicos emiten menos gases de efecto invernadero. El exceso de nitrógeno en los campos convencionales, procedente de los fertilizantes sintéticos, se convierte en óxido nitroso, un gas con un fuerte efecto en el calentamiento global. Al reducir ese exceso, la agricultura ecológica logra emisiones mucho menores por superficie.
Es cierto que, como produce algo menos por hectárea, las emisiones por kilo de producto se igualan algo más. Sin embargo, los suelos ecológicos compensan esa diferencia al atrapar más carbono en forma de materia orgánica. Este “efecto esponja” convierte a las fincas ecológicas en auténticos sumideros naturales de carbono, un aliado fundamental frente al cambio climático.
El secreto está bajo tierra
La fertilidad del suelo es el punto donde la agricultura ecológica brilla con más fuerza. Los investigadores han medido hasta un 16% más de humus y un 83% más de vida microbiana en suelos orgánicos que en los convencionales. Esta biodiversidad invisible mantiene al suelo vivo, aireado y capaz de retener agua, algo clave en tiempos de sequía.
El estiércol compostado, pieza central en las prácticas ecológicas, alimenta esa vida subterránea. Cuando se usa adecuadamente, el suelo se regenera año tras año. Por el contrario, cuando se reemplaza por fertilizantes minerales sintéticos, el suelo empieza a perder humus y calidad. Dicho de otra forma: el modelo químico “fatiga” la tierra, mientras que el ecológico la “rejuvenece”.
Eso sí, los estudios también señalan un desafío: la acumulación de fósforo. Como los sistemas ecológicos no recurren a fertilizantes químicos, necesitan encontrar formas sostenibles de reciclar este nutriente esencial. La solución pasa por aprovechar residuos orgánicos y aguas residuales tratadas para cerrar el ciclo de los nutrientes.
Después de más de 40 años de observación, los resultados son claros: la agricultura ecológica fomenta la biodiversidad, mejora la fertilidad del suelo y reduce la contaminación asociada a los pesticidas y fertilizantes. Es una forma de producir alimentos que no solo busca rendimiento, sino equilibrio con la naturaleza.
El investigador Hans-Martin Krause, del FiBL, lo explica así: “La agricultura ecológica reduce el riesgo de efectos negativos sobre el medio ambiente derivados de los productos fitosanitarios o del exceso de nitrógeno”. Su colega Jochen Mayer, de Agroscope, añade que el futuro de este modelo pasa por cerrar los ciclos de nutrientes y aprovechar mejor los recursos existentes: reciclar fósforo, compostar residuos orgánicos y fomentar cultivos más diversos y adaptados.
Entre las estrategias recomendadas están los cultivos mixtos, el uso de plantas perennes o la intercalación en franjas, que imitan los patrones naturales y ayudan a mantener la productividad con menos químicos.
El ensayo DOK no se quedó en Suiza. Hoy sirve de ejemplo a proyectos similares en todo el planeta, como los programas SysCom en Bolivia, India y Kenia, que aplican los mismos principios a cultivos locales. Desde el cacao en bosques agroforestales de Sudamérica hasta el algodón y el maíz en Asia y África, los resultados confirman que los beneficios de la agricultura ecológica son globales.
En Suiza, nuevos proyectos como FAST y Burgrain continúan la labor del DOK, buscando perfeccionar aún más las técnicas sostenibles. El mensaje es nítido: la agricultura ecológica no es una moda, sino una vía sólida hacia el futuro del campo.
Las lecciones de medio siglo
Después de casi cincuenta años de observación continua, el ensayo DOK ha dejado en evidencia que el camino hacia una agricultura ecológica pasa por conjugar producción, respeto ambiental y bienestar social. Estas son sus principales conclusiones:
- Produce casi tanto, contaminando mucho menos.
La eficiencia ecológica permite alimentar a la población con un uso mucho más racional de los recursos. - Cuida del clima.
Menos fertilizantes nitrogenados y más carbono retenido significan una menor huella de carbono. - Regenera la tierra.
Los suelos ecológicos ganan vida y estructura; los convencionales tienden a degradarse. - Protege la salud.
Sin pesticidas ni residuos tóxicos, la producción ecológica ofrece alimentos más limpios y entornos más seguros. - Aprovecha mejor lo que ya tenemos.
A través del reciclaje de nutrientes y el aprovechamiento de residuos orgánicos, se cierra el círculo de la naturaleza. - Es adaptable.
Su éxito en climas tan distintos como los de Suiza, India o Kenia demuestra que puede funcionar en cualquier parte del mundo.
Más que un método, una filosofía
El ensayo DOK demuestra que la agricultura ecológica no solo busca producir alimentos, sino cuidar los sistemas que los hacen posibles. En este modelo, el suelo no es un simple soporte, sino un organismo vivo. Las plantas no crecen aisladas, sino integradas en un ecosistema. El agricultor no es un mero productor, sino un gestor de la biodiversidad y la energía natural.
Frente a la lógica de maximizar rendimientos a corto plazo, el mensaje del DOK es profundo y esperanzador: producir menos, pero mejor; recuperar el equilibrio entre lo que la tierra da y lo que le devolvemos. Al fin y al cabo, el suelo sano no solo es la base de nuestra alimentación, sino también de nuestro futuro como especie.
Agricultura ecológica: Medio siglo de pruebas avalan su futuro